La pandemia trajo nuevamente, al plano de la vida cotidiana, el terror a las infecciones. Que el cuerpo de una persona comience a destruirla desde el interior sin que nada pueda hacer para evitarlo ya es suficiente excusa para contar una historia.
En esta ocasión, no veremos la Peste Negra ni bailaremos la Danza Macabra: hoy nos ubicamos en el presente. Y, a pesar de todos los recursos y tecnología a nuestra disposición, nadie podrá ayudarnos.
The Sadness nos introduce en una premisa que ya hemos visto: un virus comenzará a cambiar el comportamiento de los ciudadanos, hasta tornarlos en psicópatas y en asesinos. Aquí el virus no transforma en zombis a las personas, sino que los vuelve criaturas despiadadas dispuestas a consumar las peores atrocidades que se les cruce por la mente. Si bien el guion carece de originalidad, termina convenciendo por lo rápido de su desarrollo y por las escenas bien llevadas. Un ejemplo claro es toda la secuencia en el subterráneo, donde la incomodidad de la protagonista no será lo peor que le suceda, ya que pronto las paredes se mancharán con sangre y con vísceras. En este momento aparece el antagonista más destacado: el hombre del paraguas, un típico oficinista convertido en una máquina asesina. Pero no todo lo que hay en The Sadness es gore: hay un mensaje político y social marcado, que oscila entre la tragedia y el humor ácido. Y hay hasta vestigios de la vida cotidiana en la ciudad, aunque pronto todo se perderá, para darle paso a la anarquía.
El final nos presenta una escena brutal, un paralelismo entre los diálogos y la imagen, ejecutados de una manera magistral. Un desenlace que evoca al fatalismo lógico que plantea el universo de este film.
The Sadness no se guarda ni una gota de piedad. Estoy seguro de que los fans de la sangre y del canibalismo la disfrutarán, ya que todo está a la vista, y de una forma grotesca y exagerada. Cumple con lo que promete: darnos una historia ágil en una urbe destruida por la epidemia, donde todos pueden saciar sus deseos más morbosos.
Por último, tengo una advertencia para mis lectores: cuando se encuentren caminando en soledad, asegúrense de mirar hacia todos lados… el hombre del paraguas puede estar más cerca de lo que creen.