Pahanhautoja, de Hanna Bergholm

Pahanhautoja nos muestra la imagen de una familia modelo, donde cada miembro mantiene siempre una convivencia de armonía y respeto, y donde cada uno de ellos cumple sus sueños y sus metas. Tanta perfección nos hace algo de ruido, y mucho más cuando una familia de estas características está involucrada en un film de terror. Esta película es una sátira que muestra cómo, fuera de las cámaras, todo se derrumba sin que nadie haga nada para detenerlo. Es solamente el comportamiento natural que va evolucionando.

La historia nos presenta a una mujer obsesionada con mostrar a su familia perfecta, en especial, a su hija, a quien obliga a entrenarse sin parar con el anhelo de que sea la mejor, y satisfacer así sus propias obsesiones. Por otro lado, tenemos a su esposo (un hombre rebajado a la nada misma, que no logra comprender a sus hijos, y mucho menos despertar el deseo de su esposa) y a su hijo (un niño que pasa la mayor parte del tiempo ignorado). Pero todo cambiará después de un incidente: la hija halla un huevo, que decide cuidar. Con el pasar de los días, el huevo irá aumentando de tamaño, hasta que nace una criatura. Desde este momento, surgirá una relación que mezcla la maravilla y la fatalidad entre la pequeña y la criatura recién nacida.

En el film se evidencia una dosis de body horror bastante efectivo, así como también discreto, ya que la película no se basa en mostrarnos un catálogo de viscosidades. Aquí la transformación evoluciona al mismo ritmo que la historia, hasta obsequiarnos un final que a la vez sirve como paralelismo y como metáfora. Si bien estas escenas quedan expuestas al público, uno puede construir la siguiente, sin la necesidad de que el metraje continúe.

El film no decae en ningún momento; el director sabe cómo llevar cada una de las escenas, en especial cuando se habla de sentimientos maternos. Aquí también vemos un paralelismo entre los dos casos que se presentan: sumisión y responsabilidad hablan por sí solas.

Pahanhautoja es una grata sorpresa para este año, en que varias producciones que prometían traer algo fresco al género terminaron por decepcionar. No quiero indagar mucho en la trama para que ustedes puedan ir descubriendo la historia. Solo me resta decirles una cosa: cuidado con los huevos que vayan encontrando en su camino.  

Winterbeast, de Christopher Thies

Sin duda, esta es la reseña más compleja de empezar a escribir. Cuando hablamos de Winterbeast, nos adentramos en un mundo donde predominan las imágenes bizarras y una trama regida por secuencias tan extrañas como memorables. Para bien o para mal, no hay otro film como este o, al menos, que me haya impactado de una manera similar. Por supuesto, podemos mencionar las producciones de la Troma, si queremos hacer referencia a films que cruzan la barrera de la lógica. Pero aquello es hecho de una manera adrede. Aquí, los elementos que la caracterizan no parecen tener esa intención. En verdad, no sabemos muy bien qué es lo que intentaron comunicar, ya que los setenta minutos que dura la película cada vez se van tornando más chocantes y escapan a toda explicación razonable. Como ya les dije, esta reseña es difícil de hacer. Intentaré organizar la información, sin develar algunos puntos de los que me gustaría que ustedes puedan experimentar por sí mismos.

La historia nos sitúa en una zona montañosa donde una maldición india hará despertar a distintas criaturas con ansia de vengarse de todos los que osan ir a su territorio. Un grupo de guardabosques intentará resolver el misterio mientras se enfrentan a las aberraciones que van presentándose de manera imprevista. Hay apariciones demoníacas, criaturas de goma, un tótem que acosa a una protagonista, solo por mencionar algunos ejemplos. Otro de los recursos que utiliza el director es separar las escenas por medio de imágenes donde se muestra un anochecer o un amanecer y el ruido de unos grillos que se repite durante todo el metraje. La trama es difícil de seguir, ya que no hay una armonía en los planos. Hasta destruyen el racord tantas veces que ya se vuelve algo normal. Lo mismo sucede con los diálogos: es imposible que alguien hable de aquella manera; todo está tan fuera de lugar que solo nos provoca risa. Algunas de las muertes están realizadas en stop motion. Incluso, los protagonistas se convierten en muñecos de plastilina y son ejecutados por algún monstruo: todo un ejemplo grotesco de excentricismo. No intenten encontrar sentido a lo que sucede, porque no lo van a hallar.

Winterbeast es una de esas rarezas que se disfrutan o se odian. Aquí no hay punto medio. Si gustan de un Cine Z, estoy seguro de que la podrán apreciar. De otra manera, si buscan una historia compleja, con personajes bien definidos y con un Plot Twist que no veían venir, este no es el camino.

X, de Ti West

A comienzos de este año, hubo diversas noticias sobre la nueva película de Ti West. Progresivamente, varios entusiastas juraban que este iba a ser el film de horror del año. Yo soy bastante escéptico. De hecho, nunca leo las críticas, ya que me gusta sacar mis propias conclusiones (aunque nadie más las comparta). Pero, dado que soy un consumidor del género en todas sus variantes, era obvio que iba a verla. Y el día llegó.

X nos traslada al final de la década de los setenta cuando un grupo de cineastas con grandes sueños se dirigen a una casa (en una zona rural de Texas) a filmar una película pornográfica. Al llegar allí, las cosas comienzan a irse de las manos, ya que el dueño de la casa es un solitario anciano para nada amigable que vive con su esposa (una mujer hundida en la tristeza por el paso de los años). Cuando se entera de lo que planean hacer, la furia se desata.

Si bien X tiene una historia sencilla que evoca al cine slasher de los años setenta, hay muchos puntos más que rescatar. En primer lugar, la cinemática está desarrollada de una manera que nos permite tener una tensión increíble en algunas escenas (por ejemplo, una en un lago y otra en una cama). En otras, el drama y la tristeza se hacen notar de tal forma que se siente una empatía profunda. En segundo lugar, los personajes y sus intenciones están bien definidos desde el comienzo, aunque uno de estos cambia en un momento y trae consecuencias devastadoras. Hay un debate moral entre el sexo y el amor, y entre las buenas costumbres y cómo el demonio corrompe las mentes de los jóvenes (los portadores de la ética suelen ser los verdaderos monstruos).

La sangre tarda en llegar, ya que estamos ante un Slow Burn y, aunque tiene momentos muy sangrientos y las muertes difieren una de otras, en este caso me gusta rescatar más la historia detrás de los ancianos, de ese deseo perdido que habita en ellos, de la resignación a la vejez y de la venganza contra los que aún portan la llama de la juventud.

X es un film que, sin inventar nada, sabe cómo generar interés en la historia, a veces dramática, a veces cómica, y casi siempre aterradora. Nos lleva por este viaje en un territorio rural donde nada puede atentar contra la decencia.

Cuidado con a quiénes le alquilan una casa… y con lo que hagan en esta.

The Sadness, de Rob Jabbaz

La pandemia trajo nuevamente, al plano de la vida cotidiana, el terror a las infecciones. Que el cuerpo de una persona comience a destruirla desde el interior sin que nada pueda hacer para evitarlo ya es suficiente excusa para contar una historia.

En esta ocasión, no veremos la Peste Negra ni bailaremos la Danza Macabra: hoy nos ubicamos en el presente. Y, a pesar de todos los recursos y tecnología a nuestra disposición, nadie podrá ayudarnos.

The Sadness nos introduce en una premisa que ya hemos visto: un virus comenzará a cambiar el comportamiento de los ciudadanos, hasta tornarlos en psicópatas y en asesinos. Aquí el virus no transforma en zombis a las personas, sino que los vuelve criaturas despiadadas dispuestas a consumar las peores atrocidades que se les cruce por la mente. Si bien el guion carece de originalidad, termina convenciendo por lo rápido de su desarrollo y por las escenas bien llevadas. Un ejemplo claro es toda la secuencia en el subterráneo, donde la incomodidad de la protagonista no será lo peor que le suceda, ya que pronto las paredes se mancharán con sangre y con vísceras. En este momento aparece el antagonista más destacado: el hombre del paraguas, un típico oficinista convertido en una máquina asesina. Pero no todo lo que hay en The Sadness es gore: hay un mensaje político y social marcado, que oscila entre la tragedia y el humor ácido. Y hay hasta vestigios de la vida cotidiana en la ciudad, aunque pronto todo se perderá, para darle paso a la anarquía.

El final nos presenta una escena brutal, un paralelismo entre los diálogos y la imagen, ejecutados de una manera magistral. Un desenlace que evoca al fatalismo lógico que plantea el universo de este film.

The Sadness no se guarda ni una gota de piedad. Estoy seguro de que los fans de la sangre y del canibalismo la disfrutarán, ya que todo está a la vista, y de una forma grotesca y exagerada. Cumple con lo que promete: darnos una historia ágil en una urbe destruida por la epidemia, donde todos pueden saciar sus deseos más morbosos.

Por último, tengo una advertencia para mis lectores: cuando se encuentren caminando en soledad, asegúrense de mirar hacia todos lados… el hombre del paraguas puede estar más cerca de lo que creen.