Mis abuelos vivían en una casa antigua, en uno de esos barrios que les gusta conocer a los turistas. Sitios abandonados en el tiempo que llaman a recorrer sus calles y a admirar las arquitecturas. Por mi parte, tan solo era el sitio donde vivían mis parientes. Cuando había una reunión familiar, me quedaba pegado a la pantalla del televisor en blanco y negro que tenían. Recuerdo, como si fuera ayer, cuando vi The Empire Strikes Back. Para mí, aquello no era una película, sino una obra de arte. Por algún motivo, al finalizar esta, mi abuela me habló sobre un film donde una niña era poseída por el diablo. Tiempo después (mucho después: estábamos en 1987 y tenía cuatro años), pude tener la edad suficiente para ver The Exorcist. Me aterró por completo. Y, de manera instantánea, se transformó en una de mis películas favoritas, de esas que uno siempre vuelve a ver con un entusiasmo juvenil. Con el tiempo, descubrí otros films de la misma época, con temática similar, hasta introducirme en las películas más raras —por así decirlo—, las que escapaban de las miradas comerciales. Un ejemplo de ello fue Alucarda. A diferencia de The Exorcist, en esta oportunidad, hay una historia ambientada en un orfanato, y no en un escenario cerrado como la habitación de Regan. Una nueva interna llega luego de haber perdido a sus padres; allí conocerá a Alucarda, una misteriosa joven con quien iniciará un viaje de locura y de sucesos siniestros. La ambientación, con clara influencia de las producciones de la Hammer, los tintes góticos y la paleta de colores sangrienta (combinados con erotismo), constituyen gran parte del atractivo del metraje. Hay una exageración en el comportamiento de la protagonista, que en otro ámbito podría pecar de malsano, pero aquí funciona a la perfección. Es una histeria que se va enalteciendo, hasta transformarse en una conducta colectiva (en especial en el tercer acto, donde todo termina yéndose de las manos).
Hoy es uno de los pilares obligatorios del llamado Satanic Panic, parte de una corriente que en su tiempo fue polémica, y hasta censurada debido a su temática tabú y a sus propuestas blasfemas. Aquí el gran acusador seduce a las jóvenes hasta llevarlas al éxtasis opuesto a los mandamientos que inculca el orfanato, a una excitación que se va propagando de forma violenta, hundiéndonos en la locura tanto colectiva como personal de Alucarda. Es una película muy típica de aquella época, donde el furor se manifiesta con un exaltamiento un tanto desmedido.
Alucarda supo combinar escenas surrealistas, seducción demoniaca y asesinatos, lo que le concedió el título de film de culto. Un culto muy bien merecido.