The Ring, de Gore Verbinski

No voy a mentirles. No sabía nada sobre esta película, y mucho menos sobre Ringu, de Hideo Nakata. El terror desarrollado a partir de los noventa no es de mis favoritos (sin contar algunas excepciones, por supuesto). Nunca entendí ese fanatismo por Scream, I know what you did last summer, y todos aquellos films que, básicamente, se dedicaron a copiar las mismas fórmulas donde estudiantes eran víctimas de los objetos cortantes que estuvieran cerca de las manos de algún psicópata. Por lo tanto, mi interés por el género —si hablamos de las producciones comerciales— se fue esfumando desde aquel momento. Una noche, unos colegas míos alquilaron The Ring. Yo, al no saber nada de la película, supuse que se trataba de algún slasher sin nada de originalidad, de esos que ni siquiera se gastan en crear una historia. Solo muestran una docena de personas con hachas o cuchillos enterrados en la cabeza; pero, por suerte, descubrí que no tenía nada que ver con lo que esperaba.

Debido a mis problemas de vista, cuando veo una película, me siento bastante cerca del televisor, así que, después de haberme acomodado, me sentí atrapado desde la primera escena. El recurso de la cuenta regresiva de los siete días genera suficiente tensión para que uno quiera averiguar el desenlace, mucho más cuando un objeto como una cinta es la causante de esta tensión. Por supuesto, al comienzo del film, uno no sabe qué tipo de imágenes hay grabadas, lo cual es otro de los factores que hacen que uno quiera continuar el viaje en The Ring. Tampoco podemos intuir su origen. La construcción es sencilla: si uno ve esta cinta maldita, estará condenado a morir después de una semana. Supongo que, además de mi dificultad de mi vista, al ser una historia con tantos diálogos (y del tipo que involucra una investigación exhaustiva), tuve que acomodarme aún más cerca de la televisión, sin saber que, en el medio de una escena en que los protagonistas están hablando, aparecería una imagen que, literalmente, me hizo saltar y tirarme para atrás. Fue tan impensado que, hasta el día de hoy, cuando la veo, suelo hacer un poco de trampa desviando la vista. Aquella escena es un perfecto ejemplo de cómo realizar un jumpscare, y mantenernos en vigilia por la llegada de nuevos momentos que tengan un impacto similar.

En The Ring no se pierde la tensión en ningún momento durante las casi dos horas de duración. Cada día que transcurre, la historia está bien definida. Se van dando situaciones diferentes en cada uno de estos. Vamos obteniendo pistas de la antagonista, aunque al final nos deja varias interrogantes. Me gusta el misterio que posee, ese tipo de narrativa que, si se explicara, terminaría por decepcionarnos. No tener todas las piezas juntas nos permite, como espectadores, armar nuestras propias versiones. Otro de los puntos a favor que tiene es el Plot Twist: es tan efectivo como lógico, dada la psicología de la antagonista. Una perfecta manera de terminar la película.

Gore Verbinski supo americanizar la historia sin que se perdiera la esencia, algo que en otras oportunidades no vimos. El J-Horror proviene de una sociedad tan particular como la japonesa, donde las costumbres y las reglas pueden ser opuestas a nuestra versión del mundo.

Gracias a este filme, descubrí la obra de Hideo Nakata y la fuente original: Ringu de Koji Suzuki, un libro que recomiendo a todos los que les haya gustado tanto la adaptación americana como la japonesa. Les aseguro que les va a encantar.