Alucarda, de Juan López Moctezuma

Mis abuelos vivían en una casa antigua, en uno de esos barrios que les gusta conocer a los turistas. Sitios abandonados en el tiempo que llaman a recorrer sus calles y a admirar las arquitecturas. Por mi parte, tan solo era el sitio donde vivían mis parientes. Cuando había una reunión familiar, me quedaba pegado a la pantalla del televisor en blanco y negro que tenían. Recuerdo, como si fuera ayer, cuando vi The Empire Strikes Back. Para mí, aquello no era una película, sino una obra de arte. Por algún motivo, al finalizar esta, mi abuela me habló sobre un film donde una niña era poseída por el diablo. Tiempo después (mucho después: estábamos en 1987 y tenía cuatro años), pude tener la edad suficiente para ver The Exorcist. Me aterró por completo. Y, de manera instantánea, se transformó en una de mis películas favoritas, de esas que uno siempre vuelve a ver con un entusiasmo juvenil. Con el tiempo, descubrí otros films de la misma época, con temática similar, hasta introducirme en las películas más raras —por así decirlo—, las que escapaban de las miradas comerciales. Un ejemplo de ello fue Alucarda. A diferencia de The Exorcist, en esta oportunidad, hay una historia ambientada en un orfanato, y no en un escenario cerrado como la habitación de Regan. Una nueva interna llega luego de haber perdido a sus padres; allí conocerá a Alucarda, una misteriosa joven con quien iniciará un viaje de locura y de sucesos siniestros. La ambientación, con clara influencia de las producciones de la Hammer, los tintes góticos y la paleta de colores sangrienta (combinados con erotismo), constituyen gran parte del atractivo del metraje. Hay una exageración en el comportamiento de la protagonista, que en otro ámbito podría pecar de malsano, pero aquí funciona a la perfección. Es una histeria que se va enalteciendo, hasta transformarse en una conducta colectiva (en especial en el tercer acto, donde todo termina yéndose de las manos).

Hoy es uno de los pilares obligatorios del llamado Satanic Panic, parte de una corriente que en su tiempo fue polémica, y hasta censurada debido a su temática tabú y a sus propuestas blasfemas. Aquí el gran acusador seduce a las jóvenes hasta llevarlas al éxtasis opuesto a los mandamientos que inculca el orfanato, a una excitación que se va propagando de forma violenta, hundiéndonos en la locura tanto colectiva como personal de Alucarda. Es una película muy típica de aquella época, donde el furor se manifiesta con un exaltamiento un tanto desmedido.

Alucarda supo combinar escenas surrealistas, seducción demoniaca y asesinatos, lo que le concedió el título de film de culto. Un culto muy bien merecido.

Entrevista a Vanesa O’ Toole, escritora y directora de Editorial Thelema

Lo primero que me gustaría preguntarte ya que estamos hablando de terror es: ¿qué es lo que te causa miedo?

Cuando era chica le tenía mucho miedo a lo sobrenatural, a los demonios, a los espíritus, incluso, a los extraterrestres. Hoy, lamentablemente, le tengo más miedo a lo real y esto tiene que ver con las personas, con el fanatismo, con la depravación, con la maldad en sí. El ser humano me da miedo, sobre todo, cuando responde a los instintos más básicos e individuales.

Si hablamos del género, ¿cuándo fue tu acercamiento a este? ¿Qué obras crees que sean fundamentales para alguien que deseé adentrarse?

Siempre me gustaron las historias de terror con un toque de fantasía. Los cuentos de H.P. Lovecraft fueron mi primer acercamiento al género, aunque hoy busco otra clase de terror, más cotidiano, más palpable, que juegue en el límite entre lo fantástico y lo real, y que me deje pensando. En este género me nutro más con el cine, porque considero que es muy necesario estimular los sentidos para escribir una buena historia. Y a quien quiera adentrarse en el terror, le sugiero indagar en lo que le da miedo y recién ahí buscar su lectura. No todos tememos a lo mismo y no a todos nos genera terror las mismas cosas. Por ejemplo, con La Niebla, la película basada en el cuento de Stephen King, a mí me genera más terror el conflicto entre la gente que los monstruos en sí. La lectura es muy subjetiva, así que indaguen, busquen, prueben y sobrevivan.

A la hora de trabajar una historia, ¿cómo elegís los impedimentos que tus personajes deben superar?

En el caso del terror, parto sabiendo que los personajes no van a terminar bien. Los impedimentos varían, de acuerdo al personaje y a la trama, pero todos ellos tienen algún conflicto interno que superar. Por lo general, me gusta trabajar con personajes rotos y con cierta inmadurez emocional; de esta manera, puedo verlos desde afuera y enfrentarlos con sus propios demonios. En mis historias, no hay personajes buenos y personajes malos. Hay personajes grises, porque los buenos tienen culpas que expiar y los malos tienen un costado trágico que los llevó a convertirse en lo que son. Si mis personajes fueran a terapia, con el tiempo sanarían sus heridas y terminarían de una forma diferente. Pero no, no hay tiempo en mis historias; los personajes tienen que accionar con lo que saben y como pueden, y es por eso que se mandan muchas cagadas en el camino.

Como editora y escritora, ¿hay alguna temática que nunca optarías por tratar?

No me gusta ningún tema que fomente la intolerancia, la homofobia, la pedofilia o cualquier situación de odio, aunque sí entiendo que puede haber personajes con esas características. Pero una cosa es que un personaje sea de tal forma y otra, es que desde lo autoral se fomenten las acciones de este tipo. Creo que si ponemos en una historia a un personaje intolerante, por ejemplo, es para que podamos hablar de él y de sus acciones, y reflexionar al respecto. Pero si ese mismo personaje está al servicio de bajar línea con un discurso de odio, ya estamos entrando en un terreno que no me parece sano para nadie.

¿Podrías contarnos sobre tus futuros proyectos?

Tengo varios proyectos futuros, pero te puedo contar sobre mi próxima novela de terror, que espero publicarla en el transcurso del 2022. Es sobre una chica que hace rituales con velas y que todo lo que pide, se le cumple. El problema se da cuando pide una pareja, sin imaginar que, a ese pedido, responderán personas muy turbias. Hay magia de barrio e intereses individuales, y un gran cuestionamiento a los mandatos sociales, en especial, al tema de la maternidad. Los personajes son grises y están tan rotos, como cualquiera de nosotros. Y como no podía faltar en mis historias, también hay una pizca de fantasía.

Para saber más de este proyecto, pueden seguirme en mis redes, que voy a ir contando al respecto.


Pueden contactarse con Vanesa O’ Toole en los siguientes enlaces:

https://www.vanesaotoole.com/

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https://www.instagram.com/vanesaotooleescribe/?hl=es-la

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Entrevista a Roberto Carrasco, editor de Dimensiones Ocultas

Me gustaría que nos contaras un poco de vos, ¿cómo fue el desarrollo de crear una editorial como Dimensiones Ocultas?

He sido lector de terror desde muy joven y echaba de menos una editorial en España que publicara a muchos de mis autores favoritos, que hasta el momento, se habían publicado solo en inglés. Sigo el lema de que no hay que esperar a que los demás hagan las cosas por uno, así que me armé de valor y monté esta editorial.

¿Qué elementos deben tener las historias que te gusta dar a conocer?

Terror, misterio, cierto carácter pulp, ochentero. Y sobre todo, que no sean aburridas.

Como editor, ¿hay alguna barrera en cuestiones de temáticas que nunca cruzarías? ¿Algún tema que sientas que puede ser muy dificultoso a la hora de abordarlo?

Precisamente para eso está el terror, para afrontar todos nuestros demonios, prejuicios y tabús, así que barreras en la editorial, ninguna.

Por lo que tengo entendido, la editorial solo publicará libros en formato físico. ¿Podrías explicarnos la razón? ¿No crees que el ebook pueda ser un medio interesante para llegar a más lectores?

Soy un coleccionista enfermizo de libros, películas, discos y videojuegos en formato físico. No concibo un mundo donde los recuerdos no sean materiales, sino digitales. El libro como objeto de valor es uno de los principios de la editorial, por eso me preocupo en que las ediciones sean cuidadas y de calidad.

Por un último, ¿podrías adelantarnos algunos planes para el 2022?

Sí, el catálogo para 2022 está decidido desde hace meses e incluye en el segundo trimestre, El Don de la Muerte de Daniel J. Volpe, una novela sobre vampiras que tienen un grupo de metal, y Las cuchillas de mi cabeza, de Donnie Goodman, una colección de relatos fascinantes, que recuerda a los cuentos de Creepshow y ese tipo de historias ochenteras. Después, vendrán títulos alucinantes como Buscando al  Hombre del Río, de Kristopher Triana, H/Armed (Carnicería en el supermercado) de Dustin LaValley, Los chicos de Octubre, de Adam Millard, y Horror Star, el debut en la novela de Enrique Cordobés. ¡Y para 2023 estamos preparando otro montón de libros flipantes!


Pueden contactarse con la editorial en los siguientes enlaces:

https://editorialdimensionesocultas.es/

https://www.instagram.com/dimensionesocultas666/

https://www.facebook.com/dimensionesocultas666/?ref=page_internal

https://www.youtube.com/channel/UCW0JNyIAt5dyNTAONXKIFjA

The Ring, de Gore Verbinski

No voy a mentirles. No sabía nada sobre esta película, y mucho menos sobre Ringu, de Hideo Nakata. El terror desarrollado a partir de los noventa no es de mis favoritos (sin contar algunas excepciones, por supuesto). Nunca entendí ese fanatismo por Scream, I know what you did last summer, y todos aquellos films que, básicamente, se dedicaron a copiar las mismas fórmulas donde estudiantes eran víctimas de los objetos cortantes que estuvieran cerca de las manos de algún psicópata. Por lo tanto, mi interés por el género —si hablamos de las producciones comerciales— se fue esfumando desde aquel momento. Una noche, unos colegas míos alquilaron The Ring. Yo, al no saber nada de la película, supuse que se trataba de algún slasher sin nada de originalidad, de esos que ni siquiera se gastan en crear una historia. Solo muestran una docena de personas con hachas o cuchillos enterrados en la cabeza; pero, por suerte, descubrí que no tenía nada que ver con lo que esperaba.

Debido a mis problemas de vista, cuando veo una película, me siento bastante cerca del televisor, así que, después de haberme acomodado, me sentí atrapado desde la primera escena. El recurso de la cuenta regresiva de los siete días genera suficiente tensión para que uno quiera averiguar el desenlace, mucho más cuando un objeto como una cinta es la causante de esta tensión. Por supuesto, al comienzo del film, uno no sabe qué tipo de imágenes hay grabadas, lo cual es otro de los factores que hacen que uno quiera continuar el viaje en The Ring. Tampoco podemos intuir su origen. La construcción es sencilla: si uno ve esta cinta maldita, estará condenado a morir después de una semana. Supongo que, además de mi dificultad de mi vista, al ser una historia con tantos diálogos (y del tipo que involucra una investigación exhaustiva), tuve que acomodarme aún más cerca de la televisión, sin saber que, en el medio de una escena en que los protagonistas están hablando, aparecería una imagen que, literalmente, me hizo saltar y tirarme para atrás. Fue tan impensado que, hasta el día de hoy, cuando la veo, suelo hacer un poco de trampa desviando la vista. Aquella escena es un perfecto ejemplo de cómo realizar un jumpscare, y mantenernos en vigilia por la llegada de nuevos momentos que tengan un impacto similar.

En The Ring no se pierde la tensión en ningún momento durante las casi dos horas de duración. Cada día que transcurre, la historia está bien definida. Se van dando situaciones diferentes en cada uno de estos. Vamos obteniendo pistas de la antagonista, aunque al final nos deja varias interrogantes. Me gusta el misterio que posee, ese tipo de narrativa que, si se explicara, terminaría por decepcionarnos. No tener todas las piezas juntas nos permite, como espectadores, armar nuestras propias versiones. Otro de los puntos a favor que tiene es el Plot Twist: es tan efectivo como lógico, dada la psicología de la antagonista. Una perfecta manera de terminar la película.

Gore Verbinski supo americanizar la historia sin que se perdiera la esencia, algo que en otras oportunidades no vimos. El J-Horror proviene de una sociedad tan particular como la japonesa, donde las costumbres y las reglas pueden ser opuestas a nuestra versión del mundo.

Gracias a este filme, descubrí la obra de Hideo Nakata y la fuente original: Ringu de Koji Suzuki, un libro que recomiendo a todos los que les haya gustado tanto la adaptación americana como la japonesa. Les aseguro que les va a encantar.

Mr. Sardonicus, de William Castle

Hablar de William Castle es introducirnos en una de las mentes más brillantes a la hora de promocionar una película que el cine nos ha dado. Su idea fue llevar más allá la experiencia cinematográfica, y así convertir al espectador en cómplice de sus producciones. Uno de los ejemplos más reconocidos se dio en el estreno de House on Haunted Hill: hizo aparecer un esqueleto en la sala del cine en el momento en que el film alcanzaba su máxima tensión, o cuando las butacas emitían una leve descarga de corriente eléctrica en la proyección de The Tingler. Hay ejemplos de sobra de cómo la originalidad y el marketing hicieron de William Castle todo un caso de estudio.

Hoy quiero centrarme en una de las películas de este director que más disfruto ver: Mr Sardonicus. La historia nos presenta a un médico de renombre, quien recibe una carta de una mujer de la cual ha estado enamorado. Ella ahora está casada con un barón y vive en Europa; le pide ayuda debido a la condición de su marido. Por supuesto, intrigado y sin haber podido olvidarla, nuestro protagonista viajará para descubrir el mal que afecta a Sardonicus: una deformidad en su cara, producto de un hecho traumático, que lo obliga a esconder su rostro detrás de una máscara.

El film es efectivo debido a que el misterio se va a ir develando de a poco. Nada está dicho al comienzo, lo que hace que el espectador quiera saber más y hasta sienta empatía con el Barón y encuentre algunos rasgos de la poca humanidad que le queda (aunque, la mayor del tiempo, su actuar es despiadado).

Hay escenas que funcionan a la perfección; por ejemplo, la primera vez que vemos la cara de Sardonicus, esta shockea por su crudeza. Lo mismo ocurre cuando somete a su empleada a un experimento consanguijuelas: transmite tal naturalidad que podemos intuir que son prácticas diarias.

Casi al final de la película, el propio Castle rompe la cuarta pared para pedirle a la audiencia, mediante votación, que decidan el destino del barón. Posteriormente, nos deja ver la suerte que se merece: un desenlace que me pareció perfecto, tan perfecto que uno no puede dejar de sonreír. 

William Castle entendió el cine como una experiencia más allá de la pantalla (si se quiere, como un ejercicio lúdico), que nos invita a enfrentarnos a los terrores en carne y hueso. Mr Sardonicus cumple con todo ello; solo basta sentarse en un sillón, apagar las luces y ser testigo del rostro detrás de la máscara. 

 

Death Machine, de Stephen Norrington

Recuerdo el momento en que esperaba, sentado delante del televisor, el estreno de una nueva serie que no habían dejado de anunciar desde hacía semanas. Estábamos a comienzos de los noventa: la televisión era una parte importante en nuestra vida cotidiana. Pocos canales, pero mucho por descubrir. La serie en cuestión se llamaba Los Simpson. Después de su primer capítulo, se transformó en un programa obligatorio en mi casa. Más allá de todos los momentos clásicos, hubo un capítulo que esperaba ver con ansia: uno donde apareciera el Autosaurio (Camionosaurio, en España), ya que su diseño me fascinaba. Lamentablemente, no era un personaje regular en la serie pero, para mi fortuna, poco después sería testigo de la creación de una criatura similar y mucho más despiadada: War Beast.

Death Machine fue un film que alquilé sin siquiera leer su sinopsis debido a su portada: si había un monstruo parecido al Autosaurio, eso era suficiente motivo para llevarla a casa. La historia nos presenta un mundo distópico, en un futuro cercano, que nos traslada al interior de una compañía dedicada a crear armas que fusionan las máquinas con humanos. Brad Dourif encarna a Jack Dante, el genio maligno detrás de estos experimentos, que es despedido, luego de ocasionar varias muertes, por la nueva CEO de la empresa. Pero lo que nadie sabe es que ha estado trabajando en su creación más letal: War Beast. Y, por supuesto, no tardará en comenzar la venganza.

Nos vamos introduciendo en la película de una forma lenta, ya que no es un film que ataca al espectador de entrada: va construyendo de a poco el propósito de los personajes y la tensión. Esto último podemos apreciarlo especialmente durante la tercera parte: parece que nunca saldremos vivos de aquel edificio. Incluso se permite algunos guiños al género (solo deben leer los nombres de algunos de los personajes para entender lo que estoy diciendo), y hasta algunas situaciones cómicas —que involucran algunos objetos que carga Jack Dante en el interior de su sobretodo, y el actuar de algunos personajes de manera exagerada— bastante bien llevadas si uno no se las toma en serio, o si se permite disfrutar de este tipo de humor. El film relata una historia bastante interesante, aunque nunca terminan de explotarla; se basa más en crear la situación del gato y del ratón que en darnos una idea mucho más desarrollada del mundo en que estos personajes conviven.  También contiene una cantidad de pastiches reconocibles (más allá del diseño de War Beast, claramente influenciado por el xenomorfo, hay bastantes “tributos” a films como Robocop, Terminator, Alien o incluso a Die Hard). Aunque se ha convertido en una película de culto, hay amantes del cyberpunk que aún desconocen su existencia.

Por mi parte, me hubiera gustado saber más sobre aquella distopía que plantea en los primeros minutos, pero la película nos deja con esa interrogante. Quizá, en un futuro, alguien pueda devolver a la vida todo este espectáculo de gore y ciencia ficción.Y, así, War Beast volverá a caminar entre nosotros.